Sinceramente nunca había tenido claro si daría o no el pecho. Mi instinto era poco... por no decir nulo antes de quedarme embarazada. Pero a mí, cuando las cosas me gustan, me gustan mucho. Como a mi hermano Javi: ¿que le gusta correr? Pues el tío corre maratones. O a mi hermano Pablo, que le gusta el fútbol y consiguió jugar en el Dépor. Si algo nos mola, nos apasiona. Y a mí, dar el pecho me flipa.
Los primeros días en el hospital, las grietas, el dolor, la subida de la leche, el volumen.... todo parecía ponerse en contra, pero el empujón de mi madre, el ánimo de mi cuñada, unas pezoneras mágicas y la clase magistral de cómo dar la teta, impartida por Papofino fueron clave para que se acabase convirtiendo en una de las mejores experiencias de mi vida. No es que sea una yonki del tema, ni que piense darle hasta que vaya a la universidad, sólo quiero compartir cuánto me satisface darle de comer a mi hijo, sabiendo que tengo lo que necesita para vivir, para comer, para inmunizarse. Necesita poco y ese poco lo tengo yo. Eso es mágico.
La lactancia materna da sed y hambre. Mucha hambre. Por eso os traigo una receta rica, rica y que está inspirada en una que mi amiga Lucia preparaba hace años con una batidora. La esencia es la misma que aquélla: pollo y chorizo.
LA CESTA DE LA COMPRA
- 1 diente de ajo
- 1 ramillete de perejil fresco
- 3 pechugas de pollo fileteadas finitas (300 gr. aprox)
- 1 chorizo gallego fresco
- 1 cucharadita de sal
- 1 pellizco de orégano
PON LA THERMO A FUNCIONAR
- Me da un poco de vergüenza... pero se trata de meterlo todo (las pechugas cortadas en trozos y el chorizo en rodajas), vaso cerrado y dar 4 golpes de turbo.
- Con una cuchara retiramos una porción de la masa, vamos haciendo bolitas, las aplastamos y pasamos por huevo y pan rallado para freír en aceite muy caliente. Recordad escurrir muy bien.A mi me dio para 10 unidades como las que veis en la foto.